Por el Dr. Roberto Cataldi Amatriain
La formación de los médicos es un problema mundial, quienes tenemos expertise internacional lo venimos alertando desde hace décadas (Libros agotados: “Hacia una Nueva Educación Médica” de 1993; Educación Médica: ciencia, técnica & arte” de 2008), y seguimos desarrollando la problemática en consonancia con los cambios acontecidos, a través de distintos medios y eventos científicos en el exterior.
En el caso de la Argentina, es importante que la carrera no dure más de seis años, rediseñar contenidos epistémicos, habilidades, competencias, dinámicas de enseñanza-aprendizaje, y no obviar que el cambio debe articularse con la formación previa (primaria y secundaria deficientes) y el postgrado (residencias y variantes en crisis). Cualquier implementación de propuesta pedagógica parte de un diagnóstico correcto.
Es importante tener presente que el médico ante todo es un universitario, y luego un facultativo, en consecuencia tiene que estar dotado de una cultura general que le permita saber escuchar, pensar, reflexionar, interpretar, escribir, hablar. Como ser, el médico al informar, tiene que saber qué decir, cuándo decirlo y cómo decirlo prudentemente, más allá de poder contener emocionalmente al paciente y su entorno. El médico no es un técnico que pasó por la universidad, de allí que la formación sea mucho más compleja y no haya lugar para improvisaciones docentes. Ninguna universidad brinda el sentido común, tampoco la empatía. Se trata de una carrera en esencia vocacional, si bien la vocación no le concierne al sistema. Una profesión con gran responsabilidad moral, ética, social y legal, en consecuencia lo que se le exige al médico no se le exige a miembros de otras profesiones universitarias, así lo explicitan los códigos deontológicos, las leyes civiles y penales. Los tiempos cambian, las generaciones y los conocimientos también, es inevitable, sin embargo el espíritu hipocrático persiste y, en un mundo disruptivo la medicina no puede ignorar las situaciones contextuales actuales o intentar ser una isla.
Las reformas de gabinete exigen en la práctica el monitoreo de la instrumentación, se autocorrigen sobre la marcha, idea que prevalece en la educación médica, que es ciencia, técnica y arte. No sólo se gradúan muchos menos de los que ingresan, pues, muchos se gradúan y no ejercen, en un país con una de las más altas “relación médico-habitante” en el mundo. Sumemos los que deciden abandonar el país en busca del futuro que aquí se les niega. La autocrítica también nos cabe a los profesores. La medicina es una disciplina práctica, y cuando un paciente me agradece por escucharlo o por ser el primer médico que “lo toca”, pienso en mis maestros y agradezco la dura formación que nos impartieron.
La tecnología bien indicada es insustituible, el progreso tecnológico y científico seguirá abriendo nuevos horizontes, creando necesariamente ultraespecializaciones, pero las bases fueron, son y serán “el diálogo y el examen clínico con pericia”, bástenos con preguntarles a los enfermos para confirmarlo. El mercado no puede dirigir la pedagogía médica como lo hace con el “negocio de la salud”. El mundo mediático promueve fantasías, confunde a los jóvenes, no fomenta lo necesario para situarnos en la realidad y llevar una vida digna. Prevención, promoción de la salud, toma de decisiones, exigen práctica hospitalaria, y la necesaria supervisión de docentes bien capacitados, con sentido didáctico, humanista y humanitario.
Por el Dr. Roberto Cataldi Amatriain