Por Juan Barrientos
Estimados Profesionales, es un placer reencontrarnos en esta columna. En esta nueva etapa les acercaremos las miradas interpretativas de diversos artistas argentinos, sobre profesionales que son leyendas en los distintos lenguajes y expresiones que tiene el arte.
En esta edición de RPNews-Online tenemos el privilegio de contar con la mirada del Lic. Tomás Galan sobre la trayectoria del inigualable Astor Piazzolla y el entrelace con Gerry Mulligan. Le agradecemos su enriquecedora participación.
Durante 1974 en Milán, Italia, se juntarían dos espíritus musicales de tamaña intensidad que tenderían un puente entre dos estilos de música contemporánea: el tango instrumental y el cool jazz. Astor Piazzolla y Gerry Mulligan grabaron “Summit”, un disco sobre las obras más importantes del bandoneonista argentino que luego sería rebautizado con el nombre de “Reunión Cumbre”. Este suceso marcó la consolidación de la fusión entre estos dos estilos folclóricos de disímiles procedencias, pero con mucho más en común de lo que se pueda llegar a pensar.
Resulta de un cierto nivel de ceguera no reconocer a Piazzolla como el propulsor de la expansión estilística del tango y su condición de difusor mundial de este género musical que tanto caracterizó a la cultura porteña. Es que haber roto las fronteras del tango y conseguir su internacionalización por todos los continentes conllevó un juicio marcado por el recelo de su éxito global. La crítica tradicionalista porteña empezó a apuntar contra Astor cuando este comenzó a hacer innovaciones en el tango en lo que respecta a ritmo, timbre y armonía. Alejándose del padrinazgo de Aníbal Troilo con quien había tocado desde muy joven fue muy criticado por los tangueros de la “guardia vieja” ortodoxos de la orquestación clásica de los padres fundadores del tango. En los años 50’ y 60’ estos artistas consideraban a Piazzolla como “el asesino del tango” y decretaron que sus composiciones no eran tango. Astor, fiel a su estilo innovador, respondió con una nueva definición: “Es música contemporánea de Buenos Aires”. Esta inentendible discusión hacia la obra del bandoneonista provocó en Argentina que las estaciones radiodifusoras no difundieran sus piezas y que ciertos comentaristas sigan atacando su arte. Durante años, tangueros y críticos musicales lo consideraron un snob irrespetuoso que componía música híbrida y apátrida, con exabruptos de armonía disonante. Ahora bien, la crítica purista sobre la música y que excede al tango, nunca ha sabido interpretar que los géneros más populares surgen de la interacción de diferentes músicas folclóricas que dan lugar a nuevas experimentaciones y en sus tramas de melodía, armonía y ritmo forman nuevos estilos marcados por el lenguaje universal musical.
De por sí la vida de Astor estuvo marcada por la transnacionalización. Nacido en Mar del Plata en 1921 se va a vivir de niño junto a su familia a la ciudad de New York (la misma metrópoli que vio nacer a Mulligan). En ese lugar su padre le obsequia su primer bandoneón para apaciguar la nostalgia respecto de la salida familiar de su país de origen. Por esas cosas del destino pareciera que Piazzolla asumió desde el minuto cero la esencia de este instrumento vital para ethos platense. Sin un maestro que lo guíe en sus enseñanzas, pues el bandoneón era un dispositivo casi inexistente en suelo norteamericano, Astor empezó a fusionar los variados ritmos que durante su juventud había escuchado. Entre Bach, el jazz norteamericano en todas sus variantes, Troilo, Pugliese y hasta el propio Carlos Gardel (a quien conoció en Manhattan en 1934 gracias a su padre), se generaría un caldo de cultivo propicio para el nacimiento de una expansión del estilo coetáneo de Piazzolla: el tango.
“Reunión Cumbre” o “Summit”, como se conoció en los Estados Unidos, se grabó en el Mondial Sound Studio de Milán. El trabajo significó entonces un paso fundamental en la todavía incipiente fusión entre el tango y el jazz. Por entonces Piazzolla, con 53 años, era absurdamente combatido en la Argentina y buscaba progresar en Europa. El encuentro con Mulligan, que a los 47 estaba en el apogeo de su carrera tras dirigir el octeto de Miles Davis y encabezar el cuarteto sin piano junto a Chet Baker, significaba un paso trascendental para el argentino. Y así fue. Algunas versiones posteriores hablaron de una sesión tumultuosa. Piazzolla mostraba cierta molestia porque Mulligan, acostumbrado a improvisar, no leía sus partituras y que además no llegaba en el mejor estado a las grabaciones. Aunque no había dudas de una admiración mutua entre ambos artistas. Piazzolla ya había escuchado en reiteradas ocasiones a las formaciones que Mulligan llevaba a París y se había interesado desde un principio de su carrera por el camino que estaba tomando el jazz en los diferentes lugares del mundo. En este sentido, Mulligan representaba una de las figuras claves de la vanguardia que reemplazaba al boom del bebop en EE. UU: el west-coast jazz o cool jazz.
En este disco se pueden apreciar a dos tipos de solistas de diferentes entrañas, un Piazzolla más rígido y esquemático, pero no por eso menos visceral y sentimental, por un lado, y un Mulligan más librado a la improvisación con sus características notas largas que demostraron que no necesariamente hay que ser virtuoso técnicamente para ‘grovear’ en el jazz. El puente que unió a los dos géneros fue parte de un largo proceso que se consolidó con la publicación de esta grabación. A partir del contrapunto se fusionarían dos estilos de diferentes geografías: el tango del sur y el jazz del territorio anglosajón. El resultado es este maravilloso disco que se convirtió en uno de los principales baluartes de la música contemporánea.
Link de la canción Hace veinte años:
https://www.youtube.com/watch?v=yxLSNGQFyyw&list=PLC1FFE6238276C9D1
Lic. Tomás Galan