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A todas luces el cambio en los patrones de consumo y producción, no es una opción, es una necesidad

Por el Lic. Miguel Sáinz

La pandemia causada por la COVID-19 ha cambiado el mundo, las economías y la sociedad. Las estimaciones del impacto, al momento de escribir estas líneas, siguen siendo eso, “una presunción subjetiva”. Más allá de la crisis sanitaria, estamos frente a una debacle socioeconómica y ambiental. Según estimaciones del PNUD (Programa para el Desarrollo de la Naciones Unidas), por primera vez desde 1990 (año en que inició su medición), se prevé una caída en el “índice de desarrollo humano global”.1 En este contexto, se nos presenta la oportunidad de elegir desde qué paradigma planteamos la recuperación de cara al futuro.

El Consumo y Producción Sostenibles (CPS) consiste en hacer un uso más eficiente de los recursos naturales y de la energía, reduciendo las emisiones, como la de los gases de efecto invernadero. Fundamentalmente, se trata de producir y utilizar los productos y servicios de una forma menos nociva para el entorno. El objetivo del CPS es atender nuestras necesidades básicas de bienes y servicios, mejorando al mismo tiempo nuestra calidad de vida y garantizando a las futuras generaciones la disponibilidad de recursos suficientes.

ODS 12 – Consumo y Producción Responsable. Es el ODS con mayor cantidad de vinculaciones al resto de los Objetivos para el Desarrollo Sostenible

Las formas actuales de consumir y producir son defectuosas en las dimensiones social, política, y económica (Guimaraes). Atendiendo a que estas conductas influyen notoriamente sobre el medio ambiente, se ha señalado con especial insistencia la importancia de girar hacia patrones sostenibles de producción y consumo.2

El aumento de la eficiencia de los recursos, es decir, la reducción del uso de material, energía, agua, como la disminución en la generación de emisiones de carbono y residuos, para producir una unidad de producto económico es necesario, pero no suficiente, para lograr la sostenibilidad. El potencial más grande existe en los sistemas de provisión para la vivienda, la movilidad, los alimentos y la energía. El foco debe estar entonces en el aumento de la vida útil de la infraestructura, la mejora del rendimiento de los edificios, el desarrollo de las energías renovables y una producción alimentaria sustentable. Estos ejes deben enmarcarse en políticas de consumo y producción sostenibles.

Los patrones de consumo de los países desarrollados afectan los derechos laborales, los derechos de los animales, la pobreza y el bienestar de los países en desarrollo. El exceso de consumo también afecta la salud. Las enfermedades asociadas, como la obesidad y el tabaquismo, lo mismo que la contaminación del aire en las grandes ciudades, cuestan fortunas a los sistemas nacionales de salud todos los años.

Cambio Climático, pérdida de biodiversidad, desertificación, incendios, desastres naturales, contaminación del suelo, aire y agua, como también, desplazamiento de comunidades, exclusión social, pérdida y desperdicio de alimentos, enfermedades ambientales, distintas caras del mismo cubo de degradación ambiental.

Ahora bien, si el ser humano establece un sistema de explotación de recursos tal que no da tiempo a la naturaleza a recuperarse, sería necio suponer que la energía y materia se tornen inagotable. El sistema de explotación de recursos obedece a la demanda de un consumo directamente proporcional y arrasador.

El consumo sostenible concierne a un estilo de vida, hábitos de compra y manera de usar y desechar productos y servicios que afecten lo menos posible al medio ambiente. La producción sostenible se centra en la reducción del impacto medioambiental de los procesos productivos y un planteo sostenible en todo el ciclo de vida de los productos.

La coyuntura que nos toca vivir, globaliza y acerca los problemas medioambientales del mundo, a la región y al país. Hoy más que nunca, es evidente que nuestra comunidad global necesita adoptar estilos de vida más sostenibles con urgencia. Esto es fundamental para desacoplar el crecimiento económico de la degradación ambiental. Y cuyo objeto principal debe ser destinar los esfuerzos a cubrir las necesidades básicas de los más necesitados.

El Programa sobre Medio Ambiente de la ONU, define3 una serie de motivaciones que pueden movilizar para que las naciones incluyan la temática CPS en sus políticas. Queremos destacar las siguientes: 1. Busca lograr resultados de beneficio mutuo; 2. Puede ayudar a atraer fondos de donantes; 3. El CPS apunta al comercio y la industria; 4. Las iniciativas sobre CPS pueden crear puestos de trabajo e inversiones, y alentar la innovación social y comercial.

Entonces, para pensar el desarrollo sostenible, debemos pensar en cambios estructurales, en el consumo y en los procesos productivos (de bienes y de servicios). Este concepto deja de ser un asunto meramente discursivo, para pasar a ser una necesidad primaria de supervivencia.

Para lograr el cambio, el enfoque debe contemplar el uso de una variedad de políticas públicas, acciones del sector privado e inversiones (nacionales e internacionales), que influyan tanto sobre la oferta como sobre la demanda de bienes y servicios Y así reducir el impacto negativo tanto de su producción como de su consumo, de una manera integrada.

Debe pensarse el contexto actual, como una oportunidad de transformación. Pero esta metamorfosis, es vital que se afiance en los principios de progresividad, responsabilidad y subsidiariedad. En Argentina, desde nuestro rol de país en vías de desarrollo, agroexportador, con un vasto territorio, poco poblado, debemos propender a cambios paulatinos pero constantes. Atender los compromisos con nuestros vecinos de la región, y ser conscientes de las potenciales barreras comerciales que el mundo pueda sostener en materia ambiental. La transición debe ser justa.

En abril de este año, el Índice de estímulo verde de Vivid Economic llamaba la atención acerca de los planes de recuperación emitidos hasta el 24 de abril, por ser mayoritariamente “marrones”, es decir dirigidos a economías tradicionales dependientes de combustibles fósiles. Por ejemplo, el plan de Estados Unidos es el que menos estímulo monetario (en términos absolutos) dirige hacia sectores “verdes” o sostenibles. Italia, Alemania, España y Francia tendrían planes más “neutrales”. Podemos referir que Europa, con Alemania a la cabeza, lidera el proceso de salvataje post pandemia con paquetes “más verdes”.

Desde los Ministerios de Ambiente y Desarrollo Sostenible, como los de Agricultura o Desarrollo Productivo, se ha trabajado en los últimos años, en diversas iniciativas en CPS. Sin embargo, la Argentina no cuenta hoy con un instrumento de política que apalanque programas y proyectos que generen un consumo y producción más responsables a largo plazo.

Son diversos los factores a considerar para la obtención de redireccionamiento de los patrones que hoy rigen el CPS. El trabajo debe orientarse a desarticular el vínculo del desarrollo productivo, de la utilización creciente de los recursos naturales (y servicios ecosistémicos) y la degradación del medio ambiente (entendido como presiones e impactos ambientales).

Asimismo, el enfoque de la economía circular será clave en la implementación de una política a largo plazo que intente ser real y aplicable. Esta orientación abarca el diseño, producción, distribución, consumo (como también el uso, la reutilización, y reúso), el acopio de los desperdicios, el descarte de lo inútil y el reciclado de lo valorizable.

Lic. Miguel G. Sáinz
Raudal Consultora Jurídico-Ambiental

1 COVID-19: El desarrollo humano va camino de retroceder este año por primera vez desde 1990
2 “El desafío del desarrollo sostenible no es posible con patrones de consumo y producción insostenibles” (Cumbre de la Tierra, Río de Janeiro en 1992 -Principio 8)
3 Planificación Para El Cambio. Guías para programas nacionales sobre consumo y producción sustentables, 2008.
4 https://www.vivideconomics.com/wp-content/uploads/2020/04/2004249-Stimulus-Green-Index-summary-report.pdf

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