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PYMES: Entre la supervivencia, la incertidumbre y la innovación

Por el Lic. Gustavo Frangini

La pandemia está dejando a su paso consecuencias poco favorables en nuestro país, y en el mundo.
Pérdida de puestos de trabajo. Cierre de sucursales de empresas transnacionales en mercados poco rentables. Caída y desaparición de mercados. Disrupción microeconómica entre oferta y demanda. En muchos países hay falta de políticas fiscales por parte de los estados, que sustentan una cooperación desigual en forma descendente, que se contrapone con la inversión de capital de riesgo en un negocio o una empresa.

No hay una real dimensión ni hay una contabilización exacta hasta este momento, de las consecuencias económicas de la pandemia a nivel mundial.
Somos en nuestro país, víctimas de una cuarentena eterna (que sí es responsabilidad del gobierno de turno), que demostró ineficiencia microeconómica en sus resultados de aplicación, porque agravó la incertidumbre tanto en las variables controlables como las incontrolables. Cosa que, a nivel de toma de decisión, genera incertidumbre por no poder prever cuando termina esta situación.

Es decir que frente a esta situación de contexto, los empresarios, y sobre todo los pymes, que en un lenguaje médico, están inmunizados de crisis y recesiones, se encuentran entre supervivencia, desesperación, desaparición o adaptación.
Resulta difícil ver empresarios que han perdido casi todo, y que ante la adversidad, han decidido cerrar las puertas de su negocio. Donde los gastos superan ampliamente los ingresos percibidos por la explotación de sus empresa, donde es mejor cerrar que seguir aportando capital de trabajo sin conocer cuando van a ingresar los fondos para mantener las empresas en marcha.

La ayuda del estado es escasa. Y como establece Paul Krugman al decir que en término de política monetaria macroeconómica las políticas de ayudas de corto plazo, suelen transformarse en políticas públicas permanentes de largo plazo; siendo parte después de algo que se incorpora a los gastos primarios del gobierno aumentando el déficit, ya que el estado termina siendo la rueda de auxilio eterna de las Pymes.
Con este panorama de incertidumbre, no hay forma que los empresarios, piensen en el mediano plazo.
Al respecto, y ampliando el tema del escenario empresario, el Dr Bernardo Kosakoff en el 2019, sostenía “Desde los años setenta vivimos en la economía más volátil del mundo. Y cuando la volatilidad es alta, los agentes económicos prefieren tener liquidez y capacidad para moverse. Por eso invierten menos en activos específicos antes que comprar maquinarias”.

Además, Argentina tiene muchos recursos calificados, pero es necesaria una política monetaria con crédito accesibles que puedan estar al alcance de las pymes que deciden reabrir o incluso innovar y desarrollar.
En la teoría Schumpeteriana, entender el progreso económico consiste en producir más y mejores bienes y servicios para un mayor número de gente que pueda consumir, donde el factor que eficientiza ese progreso es el empresario.
Es decir que el empresario no es aquel que se adapta a los cambios que se provocan desde afuera de los gobiernos. Sino que el empresario es aquel que desde dentro de su empresa, a través de la innovación genera una destrucción creativa, en una combinación más eficiente de los factores productivos, que le permite hacer más, con menos.

Nuestro país cuenta con un nivel alto de desarrollo de Pymes, a pesar que desde la década del 60 no hay un programa sostenido de crecimiento y desarrollo industrial. Desde la depresión económica de principios de la década de los 70, hubo una intención manifiesta de destrucción de los tejidos productivos nacionales. Pero no todo fue culpa de las políticas públicas, nuestros empresarios, afectados e inmunizados no respondieron a los cambios del contexto.

¿Pero por qué traemos la historia de las empresas? Porque haciendo un paralelismo de esa historia, nos permite ver que pasó y nos sirve para no repetir los mismos errores.

El primer error que no debemos repetir, cito a Kosakoff, cuando sostiene que en esa época hubo un cambio profundo en la industria mundial, asociado con la difusión de la informática y de nuevos procesos productivos, la revolución 3.0.
Se pasó de las multinacionales que operaban en multiplantas locales a multinacionales globales de valor.
Volvemos a estar en una escala más alta de tecnología aplicada y lo mismo pasa con las empresas transnacionales que están generando movimientos de retiro de muchos mercados, ya que la pandemia aceleró el proceso.
Es un cambio de paradigma a nivel mundial. Pero la tecnología acelerada por la pandemia nos muestra el mismo escenario que en la década del 70.
Si no vemos el paralelismo de este escenario y su comportamiento, muchos empresarios volverán a quedar en el camino como lo hicieron durante las décadas pasadas

El segundo error, y vuelvo a citar a Kosakoff en su posición que sostiene que las visiones políticas más extremas perciben a la industria como parte del problema, y no creen que las mismas sean necesarias para recuperar las fuentes de crecimiento de la economía. Y esta visión muy economica, me resulta más elegante para decir que la sociedad argentina en un 57% rechaza la actividad productiva, sosteniendo ridículos argumentos de explotación laboral y acumulación de riqueza.

Como dice Kosakoff, es una visión totalmente equivocada. La industria es clave para recuperar el crecimiento y cumplir las metas del desarrollismo: generar valor, generar inclusión, generar empleo y generar exportaciones.
Hay un diagnóstico errado de lo que es el sector manufacturero argentino. Es heterogéneo, tenemos una industria que funciona a distintas velocidades. Pero Argentina sigue teniendo empresas que están en la frontera técnica internacional y son capaces de poder hacer frente y resurgir de las cenizas nuevamente.

El tercer error consiste en que la innovación y la empresarialidad, no son inherentes al contexto, a los gobiernos o a las políticas de estado que generen los gobiernos. La empresarialidad es una cuestión de actitud y aptitud personal.
Siguiendo la economía Schumpeteriana, la empresarialidad, la innovación y la supervivencia; son una necesidad y no un castigo social.

El cuarto error que debemos evitar, es caer en la necesidad de recibir dádivas del estado, que ponen en riesgo nuestros negocios. Los gobiernos establecen el marco de referencia, para que las empresas se muevan, pero como en un damero del juego de damas, las más ágiles, las más adaptables, las más versátiles y las que buscan las oportunidades, en lugar de pensar en lo que perdieron o en lo que ya no pueden hacer son las que llegan a lograr los nuevos objetivos.

En lugar de quedarnos con las noticias que se van de nuestro mercado empresas transnacionales, deberíamos pensar qué podemos hacer para captar esa demanda cautiva que dejan esas empresas transnacionales. Deberíamos pensar incorporar la mano de obra calificada que dejan esas empresas. Y deberíamos pensar como ser ágiles a nuevas oportunidades que hoy nos brinda el mercado, sin importar si tenemos que re-abrir nuestros negocios.
Siempre hay una demanda insatisfecha, ahí debemos estar. Achicar la incertidumbre con agilidad, asegurar la supervivencia con la apertura de nuevas oportunidades, y trabajar con la empresarialidad para lograr los objetivos planteados es nuestro desafío.

Lic. Gustavo Frangini

Licenciado en Administración de Empresas UADE. Master en Relaciones Económicas Internacionales UBA. Cursando Master en Desarrollo Emprendedor e Innovación, Universidad de Salamanca. Miembro de la Comisión Directiva de la UIT.

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