Por el Dr. Edmundo Estevez
El mundo de los hechos y los valores según Diego Gracia.
Todo los hechos que acontecen a nuestro alrededor los valoramos. Los valores no son realidades ni ilusiones, sino representaciones colectivas coherentes y activas que se intuyen 2.
Para Diego Gracias, el concepto de valor, yendo más allá de las dos posturas que se lo han disputado a lo largo de la historia occidental, 1) la objetivista, para la que los valores son entidades dotadas de realidad propia, como sucedió durante los siglos antiguos y medievales, y 2) la subjetivista, para la que se trata de estimaciones personales de los seres humanos debidas a factores que distan mucho de la racionalidad propia de los hechos, y que por ello mismo son impermeables a las leyes propias de la lógica. El mundo de los valores es un tanto errático, de modo que lo único que cabe hacer es respetar a cada cual sus opciones de valor, ya que nadie puede tener la última y definitiva palabra en este tipo de cuestiones.
Los valores tienen su propia lógica. No son totalmente racionales, pero tampoco cabe considerarlos por completo irracionales. Frente a una y otra tesis, es preciso decir alto y claro que pueden, deben y tienen que ser razonables. Y la razonabilidad posee sus propias leyes. No nos suelen agradar mucho, porque es una lógica más compleja que la apodíctica. Si por algo se caracteriza esta última es por su condición cerrada, estática y definitiva, en tanto que la otra tiene carácter procesual, la razonabilidad hay que irla construyendo, aun a sabiendas de que quizá nunca alcancemos su término de modo completo y definitivo. Los valores se construyen y se destruyen, los vamos construyendo y destruyendo los seres humanos en todas nuestras acciones, incluso en aquellas que parecen más intrascendentes y ajenas a este tipo de cuestiones. Qué hacer con los que incumplen sus deberes (ética) y alteran el mundo axiológico? Dicho en palabras de D Gracia (2013), todo el que se desvía en la percepción de los valores es y debe ser considerado un enfermo, bien del cuerpo, bien del alma. En ambos casos tiene que ser reconducido a la salud, o voluntariamente, a través de la persuasión, o por la fuerza. Las enfermedades son contagiosas, se extienden y acaban destruyendo no solo la vida del cuerpo orgánico sino también la del cuerpo social y la del alma, la vida espiritual. Por eso hay que aplicarles una cura drástica, radical:
- Profesor principal Carrera de Medicina de la Universidad Central del Ecuador
- A todo lo largo de la historia de la filosofía se ha venido afirmando la existencia de una especie de conocimiento primario e inmediato, la llamada «intuición». Este término procede del verbo deponente latino intueor, que significa ver. En efecto, no hay nada más simple ni claro para explicar lo que sea la intuición, que acudir al sentido de la vista.
- Tomás de Aquino se pregunta en la Suma teológica si se puede forzar a los infieles a abrazar la fe. Y dice que no, porque infieles son aquellos que nunca han conocido la fe, y que como la fe tiene que ser voluntaria, no pueden ser forzados. Pero inmediatamente añade dos salvedades. Primera, que esos infieles actúen incorrectamente, se conviertan en un mal ejemplo para los cristianos o impidan el ejercicio y la propagación de la fe cristiana, porque entonces sí se les puede combatir. Y segunda, que no se trate de infieles, sino de herejes y apóstatas, y por tanto de personas que ya han conocido la fe y han abdicado de ella. Con estos no tiene misericordia, de tal modo que se les puede obligar por la fuerza a que cumplan lo que prometieron y se atengan a lo que en otro tiempo asumieron (S.Th. 2-2 q. 10, a. 8. Tomás de Aquino, 1961-5, III, 73-4).
En la teoría clásica sobre los valores, por tanto, estos son objetivos, absolutos y autoevidentes para todo ser humano, de modo que quien no los ve así es por enfermedad o por mala educación, y en ambos casos debe ser reconducido al buen camino, por las buenas o por las malas. Solo hay un sistema de valores, al cual todos los seres humanos tienen que adecuar su conducta; es el «monismo axiológico». Aquí no hay espacio para la libertad individual o la autonomía moral es decir, para el pluralismo. Lo que se impone es la más estricta obediencia a esas leyes emanadas de arriba y que el ser humano no es quien para juzgar sino solo para acatar. Aquí no hay espacio para la deliberación, concluye D Gracia (2013).
La mentira y la importancia de la verdad
Hablamos mucho del valor de la verdad, lo promovemos con respeto genuino pero nunca se ha mentido tanto como ahora. La mentira está al orden del día en las mismas interacciones cotidianas e incluso en la cultura. El engaño impregna el contacto mutuo y define las relaciones interpersonales (tejido social) con pestilente moralina (hipocresina). Se ha mentido y engañado de una manera tan descarada, sistemática y constante que es casi imposible detectar el engaño en la vida diaria, tanto más cuanto a menudo somos solícitos cómplices del mismo. Al parecer, la mentira es tan antigua como el mundo o, por lo menos, que el hombre mendax ab initio; que la mentira política nació con la ciudad misma, como repetidamente lo evidencia la historia (A Koyré 1943; R Feldman 2010).
Engañar viene del latín vulgar “ingannare” (burlarse de alguien) que sería un derivado del verbo “gannire” (‘regañar’, ‘reñir’). De igual forma, Masip, Garrido y Herrero (2004) resaltan el componente intencional y definen el engaño como: el intento deliberado, exitoso o no, de ocultar o generar y/o manipular de algún otro modo información factual y/o emocional, por medio verbal y/o no verbal con el fin de crear o mantener en otra(s) persona(s) una creencia que el propio comunicador considera falsa.
La etimología de la palabra “mentira” proviene del latín “mentalis”, (mental); de allí se define como “lo que se dice contra la mente” en el sentido de la voluntad deliberada de proferir algo falso. “Mentir es afirmar mediante palabras aquello que creemos falso con la intención de que el receptor de nuestro mensaje crea que es verdadero Catalán (2005). Mentir también es una “deliberada negación de la verdad fáctica” H Arendt (1998).
El mentiroso obtiene una ventaja sobre aquél a quien miente, y que consiste en el ocultamiento de una verdad que ese otro no posee: Se pretende ocultar hechos por sobre los valores. Especialistas en esta materia son casi todos los políticos de turno. Para transformar esta lacra y desprecio a las masas se necesitan buenas dosis de moralita (prima hermana de la dinamita). Puesta en lugares estratégicos de una sociedad putrefacta podría producir una transformación hacia lo justo y lo felicitante, a lo que es de estúpidos renunciar (A Cortina 1998)
Si el lenguaje de la ética son los deberes, y estos surgen de los valores, el objetivo de la deliberación moral no es sólo cumplir unos requisitos formales, sino buscar y elegir la decisión más adecuada, más sabia, más razonable, más prudente, aquella que promueva en mayor medida la realización o promoción de los valores, de todos los valores en juego, o que los lesione menos. Sólo la solución
óptima, la que sea más rica en valor, puede considerarse moralmente aceptable o correcta. Lo contrario es un burdo engaño destinado al estercolero moral muy propio de los hombres de alcantarilla.
Dr. Edmundo Estevez