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América Latina en su laberinto

Por el Dr. Roberto Cataldi Amatriain

La problemática de América Latina resulta cada vez más compleja, en consonancia con la mayor complejidad del mundo actual. Latinoamérica está muy lejos de ser una unidad como se la suele ver desde Europa.
Los países de la región son muy diferentes entre sí, en varios aspectos, sin embargo hay elementos que revelan lazos culturales de importancia, como la lengua o la historia compartidas.

El mundo pospandémico cambió en todas sus expresiones, y el tablero geopolítico es diferente, con un centenar de conflictos armados en el planeta, pero donde ocupan el centro la invasión de Rusia a Ucrania y el inveterado conflicto palestino-israelí. En este panorama sombrío una ambición hegemónica recorre los grandes centros de poder.

Estados Unidos ya no mira tanto lo que sucede en el sur del continente como sucedía durante la Guerra Fría (desapareció el comunismo, pero lo reemplaza el terrorismo yihadista), tampoco mira en dirección del
Atlántico con la vehemencia que solía hacerlo, esto preocupa al presidente de Francia, entre otros mandatarios, pues la mirada hoy está dirigida al Pacífico y su lucha por el liderazgo mundial con China.
Europa también ha desatendido a Latinoamérica, consecuencia de su natural preocupación por tener a sus puertas, en el Este, una bomba de tiempo…

Encuentro entre Donald Trump y Javier Milei el 25FEB2024

La posibilidad de que Donald Trump vuelva a la Casa Blanca es otro gran problema. Trump acusa a los indocumentados (mayoritariamente de países latinoamericanos) de ser «animales» y cometer una ola de crímenes, cuando en realidad éstos cometen menos crímenes que los nacidos en los Estados Unidos, y amenaza con deportarlos. Y fue más allá afirmando que los inmigrantes ilegales están «envenenando la sangre» del país (declaración que recuerda las palabras de Hitler en Mein Kampf). «Seré un dictador desde el día uno», sostiene
abiertamente para que no queden dudas. Por otra parte, considera «héroes» a los que tomaron el Capitolio el 6 de enero del 2021…

Hoy Trump enfrenta más de noventa procesos judiciales (inédito en un expresidente de EEUU), ha demostrado ser una amenaza para la democracia y, hace lo único que sabe hacer: montar un show colmado de mentiras para infundir miedo y engañar a la población, diciéndole a sus seguidores lo que desean oír sobre la «supremacía blanca» y la retrotopía de una América que nunca existió. Lo grave es que los medios terminan por hacerle el juego.

Dentro del continente americano pasa de todo. En efecto, democracias plenas (Canadá, Uruguay) que conviven con democracias imperfectas, comenzando por los Estados Unidos que ya no forma parte del reducido grupo de democracias ejemplares, siguiendo con México, Colombia, Argentina, entre otros países, y autocracias camufladas de democracia (Cuba, Venezuela, Nicaragua) así como Estados fallidos (Haití). En fin, un parque temático donde no solo está en juego la libertad y la economía, sino todo lo que deriva de ellas (alimentación, salud, educación, cultura, trabajo, seguridad social, desarrollo e inversiones).

Por supuesto que el «laberinto latinoamericano» continúa generando vivo interés, sobre todo por sus riquezas naturales y sus commodities.

Pero hoy en el mundo se habla insistentemente de los vehículos eléctricos que requieren de baterías, donde el litio es fundamental para el almacenamiento masivo de energía en espacios pequeños, y el sesenta por ciento de la reserva mundial de este mineral se halla en el «triángulo del litio» (Chile, Bolivia y Argentina).

Podríamos seguir mencionando los numerosos recursos de América Latina, capaces de abastecer de productos vitales al resto del planeta, así como la riqueza humana, por contar con profesionales, científicos, técnicos y artistas altamente capacitados y reconocidos internacionalmente. Una situación que no se compadece con los
bolsones de pobreza que se verifican en muchos lugares, ni con el desarrollo que podría alcanzar si sus clases dirigentes cumplieran dignamente con su tarea.

Latinoamérica se comporta como una familia disfuncional. En efecto, las peleas entre los presidentes con insultos y agravios personales, las luchas ideológicas entre los populismos de derecha y de izquierda, y la sobreactuación en los foros internacionales; un panorama grotesco, al margen de la ciudadanía que los votó pero que no suscribe ese comportamiento y que tiene necesidades urgentes por gestionar.

Encuentro de Milei con Aznar, 25ABR2024

Como ingrediente de esta parafernalia política, no falta la megalomanía, bástenos el presidente Milei, quien sostiene que habría hecho en estos cinco meses de mandato el ajuste más grande en la historia de la humanidad; homenajea a Carlos Menem como el mejor presidente de los últimos cuarenta años (uno de los grandes responsables del deterioro del país); en Davos pretendió sentar cátedra de cómo defender a Occidente; pidió a un grupo de inversores de los Estados Unidos: «Ayúdenme a hacer de la Argentina la nueva Roma del siglo veintiuno». En fin, una muestra más de la desmesura política. Y acaba de decir en España: «Soy un liberal en un país de zurdos», cuando en realidad él ha demostrado que no es un liberal al uso en términos filosóficos y políticos, ni la Argentina es un país de zurdos en términos de reduccionismo ideológico.

A los países de Latinoamérica su posición geográfica les facilita asumir una tesitura independentista, quizá esto no sea tan marcado con los países caribeños. Los desequilibrios geopolíticos que están en curso a escala mundial, son impulsados por la carrera armamentista, las guerras, los conflictos territoriales, los refugiados, las hambrunas, a lo que debemos sumarle los problemas del cambio climático y la contaminación del planeta, las crisis socioeconómicas, y la ineptitud de gestión en la toma de decisiones de los gobiernos, cuando no la corrupción en todos sus estamentos.

En verdad, una combinación de problemas, conflictos de intereses y dilemas, que generan un crecimiento desigual, injusto, así como transiciones y paradojas vinculadas a memorias y olvidos, pertenencias e improcedencias, avances y retrocesos, autonomías y paternalismos, creatividad no reconocida, méritos ignorados, y dependencias encubiertas.

Un panorama muy complejo y contradictorio, pero ideal para la demagogia y las polarizaciones extremas que ofrecen soluciones rápidas y simples, totalmente alejadas de la realidad. Y los diseñadores intelectuales del caos operan en todas partes preparando el terreno para socavar a las democracias.

Algunos autores hacen alusión al clima de confusión que se vive en Latinoamérica. En efecto, existe un problema más bien hermenéutico, pues, no se interpreta correctamente lo que sucede en el mundo y tampoco el lugar que ocupa la región en el concierto internacional. De ahí los falsos diagnósticos inspirados en deseos, las sobreactuaciones, la inestabilidad emocional, pues se pasa de un estado de ánimo a otro de manera pendular.

No hay duda que existe una Latinoamérica sufriente, que no parece ser registrada por los grandes empresarios que acumulan capital, los banqueros que cultivan la hiperespeculación, las políticas macroeconómicas que ignoran la microeconomía (como si no existiese la una sin la otra), y por supuesto la clase política que vive en otra dimensión. Para peor, Latinoamérica corre el riesgo de ser imprudente al intervenir en un juego geopolítico que no es el propio. Al respecto, recuerdo una sentencia africana: «cuando dos elefantes se pelean, el que sufre es el pasto».

Es hora que las dirigencias de los distintos países latinoamericanos hagan a un lado los problemas personales, sean respetuosamente civilizados, aparten las ideologías, con el fin de promover un diálogo fecundo, evitando crearse problemas inútiles. Es necesario alcanzar «acuerdos mínimos» que beneficien a todos los habitantes de la región, desterrando la política amigo-enemigo, o la de ganadores-perdedores, porque la experiencia de Latinoamérica en estos últimos doscientos años, nos demuestra que la integración no se alcanzó por los egoísmos de las elites y de las políticas inconducentes.

En esta crisis moral y ética globalizada, se imponen la inteligencia, la prudencia, y las políticas consensuadas que privilegien los principios y valores. El Bien común es posible, aunque resulta muy difícil con las dirigencias actuales y sus ambiciones.

  1. Roberto Miguel Cataldi Amatriain es médico de profesión y
    ensayista cultivador de humanidades, para cuyo desarrollo creó
    junto a su familia la Fundación Internacional Cataldi Amatriain
    (FICA)

Por el Dr. Roberto Cataldi Amatriain

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