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Pymes y pandemia. Entre el optimismo y la recuperación.

Por el Lic. Gustavo Frangini

Las Pymes son optimistas y prevén una pronta recuperación pese a las dificultades por la crisis del coronavirus; concluyó un estudio realizado por Facebook, el Banco Mundial y la OCDE.

Pese a las dificultades que están enfrentando, las pequeñas y medianas empresas son optimistas frente a su futuro una vez pase la emergencia sanitaria por el coronavirus.

Esta es la principal conclusión del estudio The Future of Business Survey, realizado por Facebook, en el que se encuestó a Pymes en más de 50 países, para comprender sus experiencias y necesidades de apoyo durante la crisis.

Si bien este estudio, fue realizado a nivel mundial, en un análisis detallado, lo que sucede en el mundo, también sucede aquí. Solo que en Argentina, hay cuestiones que debemos analizarlas de manera particular.

De hecho, entre los principales hallazgos del estudio, se destaca que entre enero y mayo de 2020 el 26% de las pymes cerró, aunque en algunos países el porcentaje supera el 50%, y acá entra nuestro país.

La mayoría de las empresas no tiene actividades, están en sectores centrados en el consumidor, siendo las agencias de turismo y hospedaje las más afectadas. Además, sectores como educación y servicios de cuidado de niños, cafés y restaurantes también han visto cesar las operaciones de sus empresas.

Destaca el estudio que las más afectadas son las microempresas y negocios que pertenecen o son operados por una sola persona, sin contar los profesionales independientes, que también han sufrido en rubros especiales, caída de su actividad como consecuencia de los Aislamientos Obligatorios.

Otros factores a los que se han tenido que enfrentar los líderes de las empresas durante la pandemia en sus operaciones son los problemas de equilibrar las responsabilidades laborales y domésticas, en combinación con un “Home Office” impulsivo, que ha cambiado notablemente los hábitos de consumo, como los hábitos de convivencia familiar y laboral.

Todo esto afecta la economía general. En nuestro país hay registradas unas 853.886 empresas, entre micropymes, minipymes y pymes; siendo esta última categorías (las pymes) unos 608.000 establecimientos.

Las pymes, son en el país, más del 90% de la Unidades Económicas. Generan el 70% del empleo, y se supone que hay 4.200.000 trabajadores en las pymes, de los cuáles 2.200.000 son ocupados, y el resto son subocupados y desocupados (están en la economía informal pero con un trabajo no registrado).

El otro tema particular que sucede en nuestro país, y como hablamos en artículos anteriores, es que la inflación y el tipo de cambio, arraigados en nuestra inmunidad empresaria de años, genera una previsión a cambios notables en los precios, o en la acumulación de moneda de ahorro (como es el dólar); pero frente a no disponer libremente la posibilidad de acceder más fácil al dólar; o a capitalizar en mercadería aumentando stocks, por arriba de las ventas habituales, para el funcionamiento de la empresa o el comercio, suceden dos causas: la primera causa es puramente especulativa, si mi moneda local no vale y molesta tenerla en el bolsillo, compro mercadería (lo que hay disponible) a precio de hoy; así especulo con su aumento futuro. La segunda causa es la que nos lleva a cambiar la moneda de ahorro, transformando al dólar en mercadería no perecedera. Ergo, esta situación provoca un desequilibrio disruptivo entre la oferta y la demanda de bienes, que hace que la demanda aumente; como consecuencia de querer ahorrar en bienes, pero sin tener en cuenta la capacidad de la oferta. Esto produce lo que se conoce en la economía como “Burbuja”, que nace por la especulación.

Este proceso especulativo lleva a nuevos compradores, adquirir con el fin de vender a un precio mayor en el futuro, pero al encontrarse que el oferente no tiene disponibilidad de entrega inmediata, se provoca una espiral de subida continua de precios, alejada de toda base estructural. El precio de esos activos (bienes transables) alcanza niveles absurdamente altos de precio.

Si esta situación siguiera, en un análisis de economía clásica, la burbuja acabaría estallando (en inglés crack). Es decir que esos activos comprados a precios elevados, no presentarían compradores posibles, y los tenedores de esos activos terminan rematando su activo para cubrir sus déficit de caja por sobrestock, quebrando muchos de ellos porque no habría consumidores dispuestos a pagar esos precios. Pero en nuestro país tenemos la virtud de alterar hasta los modelos económicos de los libros y decir que podemos cambiar la elasticidad de un bien, porque aquí a pesar que los precios suben, nuestro ADN inflacionario, nos hace comprar siempre, suponiendo que cuanto más demoremos, más caro lo vamos a pagar.

Cuando se dan estas situaciones, los empresarios Argentinos, empiezan a preocuparse por la ineficiencia que les lleva demorar o perder las ventas que tienen seguras hoy (en papel por supuesto) pero sin poder perfeccionarla porque no hay mercaderías disponibles. Se le rompe la cadena de valor, especialmente en la cadena de suministros; ya que él mismo empresario genera una burbuja de compra con su proveedor, inflando toda la cadena de suministros en otra gran burbuja, donde el círculo virtuoso puede generar un aumento de la actividad en pandemia, termina siendo un círculo vicioso de ineficiencias derivadas de la sumatoria de ineficiencias productivas.

Generalmente estas burbujas suelen tardar 9 meses en encontrar el equilibrio. Y es allí, en esos 9 meses donde el empresario debe mantener su equilibrio para dimensionar verdaderamente su nivel de actividad, no importa el tamaño del negocio en cuestión.

Es necesario hacerlo, porque sobredimensionar en créditos caros, o incorporar mano de obra anticipada, o aumentar los volúmenes de stock; generan aumentos en las estructuras de costos, que al encontrar el equilibrio la “burbuja”, queda sobredimensionada la empresa en infraestructura, gastos, costos y recursos; y muchas de ellas empiezan a sufrir primeros problemas financieros; y luego problemas patrimoniales.

Es por tal motivo, que en nuestro país tenemos empresas en los dos lados del arcoiris. Aquellas donde sus actividades fueron afectadas por la pandemia; y empresas que hoy están a pleno y sobrepasadas en su capacidad comercial y/o de manufactura.

Más allá de eso y aunque algunas economías han comenzado a relajar las medidas fiscales, la mitad de las pymes aseguró que la falta de demanda, luego de las “burbujas” debe ser un desafío continuo.

Aún así, los líderes de las pequeñas empresas son optimistas con el futuro. El 74% aseguró que espera estabilizarse a medida que se levanten las restricciones de confinamiento; y la gran mayoría de los líderes empresariales, que en el caso de las Pymes Argentinas, la edad promedio es de 60 años, han dedicado su tiempo a planificar la apertura y adaptar sus modelos de negocio a la nueva normalidad.

Sabemos que las pymes son los cimientos más importantes de la economía. Por eso estas empresas deberán trabajar profesionalmente en tres frentes: Agilidad comercial y de gestión; emprendedurismo en nuevos proyectos, mercados o sustitución de importaciones; y por último la innovación en la búsqueda de nuevas posibilidades de negocio.

Esto es para todas las Pymes, micropymes o minipymes. Deben consultar con los profesionales adecuados para tal fin. Acercarse a la nueva realidad es parte del éxito futuro que todos necesitamos.

Lic. Gustavo Frangini
Licenciado en Administración de Empresas UADE. Master en Relaciones Económicas Internacionales UBA. Cursando Master en Desarrollo Emprendedor e Innovación, Universidad de Salamanca. Miembro de la Comisión Directiva de la UIT.

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