Por el Mg. Gustavo Frangini
Los resultados de las elecciones PASO del pasado 12 de Agosto, patearon el tablero político argentino, que sin dudas va a mostrar en los próximos días consecuencias económicas que surgen de las causas que el electorado puso de manifiesto al gobierno argentino, demostrando descontento.
En situaciones normales, o en otros países, un llamado de atención tan grande como lo fueron los resultados poselectorales, sin dudas harían revertir en lo económico el rumbo de la política estratégica, pero estando en Argentina, y en un período de flotación que va desde la incertidumbre de estar o no en pandemia, estar o no en cuarentena, como de sobrevivir entre desarrollo privado o desarrollo estatal, hace más difícil vaticinar escenarios posibles. Y mucho más difícil para las Pymes.
Pero vamos a tratar de pensar en las externalidades positivas de la elección para poder transitar el camino entre incertidumbre, complejidad y ambigüedad económica.
La primera reflexión que extraemos, es que la clase media, altamente dañada por la pandemia, no quiere populismos ni autocracias. Esta reflexión que parece tan taxativa, es así, porque es la misma clase media, que pre pandemia, confiaba en la moderación del Presidente Alberto Fernández para desarrollar su capacidad de gobernar entre la ortodoxia populista, la social democracia, y atisbos de desarrollo económico con la incorporación de Matias Kulfas en el Ministerio de Industria. Pero esto debía darse en un esquema macroeconómico que permitiera a los empresarios Pymes poder reinvertir (aunque hubiese sido mínima la inversión), en sus empresas pensando en un aumento de la demanda agregada a nivel local. Por otro lado, el gobierno tampoco pudo controlar la inflación anual desde el principio del mandato. Agravándose notoriamente luego de la pandemia.
Tampoco el gobierno (como la mayoría de los empresarios en el mundo) tuvo una planificación anticipada del cisne negro que fue la pandemia a nivel mundial. En nuestro país con una economía desgastada, con poca inversión, con altas tasas de interés, con un nivel de actividad pre pandemia estancado tanto en el sector privado como a nivel del PBI nacional, y con la necesidad de recurrir a fondos del estado para poder soportar la cuarentena, generó un sistema de dádivas políticas “en socorro” de los más necesitados, que a día de hoy, es muy difícil de desatar. Actualmente en nuestro país hay más de 20 millones de personas que viven del estado incluyendo a todos los niveles de asalariados más los subsidios. Contra una masa de aportantes de 9 o 10 millones de personas. No hay estado que subsista con recursos genuinos esta ecuación.
Frente a este escenario general, los empresarios Pymes, que esperaban un cambio con este nuevo gobierno, no lo recibieron, sino todo lo contrario.
El sector Pyme, y algunas industrias determinadas, fueron severamente perjudicados. Cerraron más de 215 mil establecimientos, aumentó la desocupación y se incrementó en más del 10% la pobreza en nuestro país.
A nivel descriptivo, durante el 2020, las Pymes se vieron al principio perjudicadas por los cierres de actividad como consecuencia de la aplicación de la cuarentena. Pero con el correr del tiempo, y la posibilidad de que fueran abriendo actividades, se encontraron con un aspecto microeconómico interesante; la pérdida del equilibrio de mercado entre la oferta y la demanda. A nivel de la Oferta, las empresas carecían de capital de trabajo para poner en marcha su actividad. El gobierno salió con una política monetaria expansiva con créditos a tasas preferenciales, pero los empresarios los aceptaban con lupa, por la misma incertidumbre de saber si podían repagar sus cuotas. Por otro lado, sus proveedores estaban en la disyuntiva de la fijación de precios de insumos, ya que estos variaban, dependiendo del sector o de la industria, entre el dólar oficial y el dólar blue. Lo cual dificultaba y dificulta aún más la sustentabilidad necesaria en la cadena de provisión de insumos. Por el lado de la demanda, surgieron dos cuestiones. La primera fue que en el momento de abrir la microeconomía a la pandemia, se ponía el cepo al dólar. Ergo, aquellos negocios participantes de las cadenas de comercialización, empezaron a volcar sus ahorros o márgenes, incrementando las demandas de bienes durables (no perecederos). Lo cual sacaba a la oferta del equilibrio natural de precios y cantidades en los mercados. La segunda cuestión fue la necesidad de volcar al circuito formal, los ahorros del circuito informal; cosa que permitió que en este país no se cortara la cadena de pagos y aseguró que el número de cheques rechazados, fuera menor que en la crisis del 2001.
No hubo de parte del gobierno nacional en su momento ninguna política pública fiscal, solo la postergación de los vencimientos impositivos, pero esas medidas no son políticas de estado que generen inversión, aumento de la productividad, búsqueda de mercados no tradicionales ni aumento de las exportaciones. A esto le debemos sumar que el implementar la medida de la “doble indemnización” no sirve desde el punto de vista empresario. Porque de ninguna manera esto asegura mantener la mano de obra ocupada y mostrar índices de desocupación menores por parte del estado, sino que a los empresarios, les genera la incertidumbre de no incorporar más personal. Entonces la persona desocupada como consecuencia de haber perdido su trabajo en la pandemia, no tuvo ni tiene ninguna posibilidad de insertarse nuevamente en el ámbito laboral, ya que el empresario Pyme, no incorpora personal ante el alto costo laboral que generó esta medida.
A esto debemos sumarle que la inflación creciente que pone en riesgo la comercialización de bienes y servicios, ya que a los aumentos de precios, los consumidores no responden de manera automática a poder soportar estos aumentos, tratando de esperar postergar hasta donde puedan el no consumir esos bienes o servicios, afectando notablemente la demanda agregada a nivel nacional, con la notable consecuencia que la clase media consumidora, cada vez, se ve más cerca de disminuir su capacidad de comprar la canasta de bienes y servicios que consumía habitualmente. Y esta situación afecta principalmente a las Pymes.
La conclusión radica en la necesidad de que el estado pueda leer estas quejas manifestadas a través del voto popular, cosa que a mi entender, dudo. Por eso es necesario que si no lo lee el estado, la oposición pueda trabajar en un proyecto Pyme que pueda reconvertir a esas empresas en el sector productivo nacional fomentando políticas públicas fiscales, monetarias, de incentivo de la inversión nacional, que permitan poder incorporar dinero del circuito informal al circuito formal dentro de una economía productiva para fomentar la exportación de las Pymes, y generar sistemas de incubación de empresas basadas en tres aspectos: Innovación, Tecnología y emprendimiento. Estas cuestiones son la base para la inserción laboral, el desarrollo del progreso, la caída del desempleo, la inserción de mano de obra calificada, la generación de un sector Pyme tecnológicamente productivo, a la altura de los mercados 4.0. Quedan aún dos años duros para las Pymes, pero la señal electoral marca que esto puede y es necesario cambiar. No puede seguir el mismo status quo respecto a las Pymes, dado que son el motor de todas las economías pospandemia.
Mg. Gustavo Frangini
Miembro del Depto. de Innovación y Transformación Digital de UIT.
Miembro del Depto. de Economía de Fundación Encuentro.